Mi tentación,
mi concupiscencia.
El Señor nunca te va a tentar para que caigas en pecado.
«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.» Santiago 1:13-14 RVR1960
La tentación es el estímulo o la incitación que induce a obrar mal, a pecar. Gracias a la Palabra del Señor conocemos el pecado, como nos dice el apóstol Pablo en la epístola a los romanos (Rom 7:7), la transgresión voluntaria a los preceptos de Dios.
Somos tentados cuando sentimos el impulso de llevar a cabo una acción que sabemos que infringe la Palabra del Señor, esta tentación nos incita a pecar, pero ¿De dónde viene la tentación?
Podemos llegar a pensar que cada vez que somos tentados Dios nos está probando para ver nuestra santidad, nuestra fidelidad a Él, pero la tentación no es en sí una prueba, pues el fin de la misma es la desobediencia a Dios en un acto malo o la omisión culpable de un acto bueno obligatorio, sin embargo el Señor quiere que seamos santos (1 Pedro 1:16).
El Señor prueba nuestra fe, nuestra confianza en Él y en su Palabra, que sepamos que sin Él nada podemos hacer, por eso en cada prueba del Señor nos da una salida, una salida para no caer en la tentación y esta no será más allá de lo que podamos soportar (1 Corintios 10:13). Por tanto el Señor no nos tienta, no nos incita al pecado sino que usa la tentación en una justa medida en que podemos superarla como una prueba y además nos aporta la salida para que tengamos la opción en nuestra decisión voluntaria de alejarnos del pecado.
Dios es tres veces Santo y no puede ser tentado por el mal. Esto nos puede llegar a confundir cuando vemos que el Señor Jesús fue tentado en todo (Hebreos 4:15), fue incitado a caer en toda tentación de forma que siendo sometido a las mismas pruebas que nosotros ahora puede conmoverse de nuestras debilidades, pero que jamás pecó pues Dios no puede ser tentado por el mal, pues del Señor no surge un deseo o estímulo hacia lo malo ya que esto es incompatible con su santidad.
Sin embargo cuando nosotros somos seducidos y atraídos hacia el mal, hacia el pecado, debemos de saber que de nuestro interior brota un apetito desordenado de placeres sensuales o sexuales y un deseo ansioso de bienes materiales debidos a nuestra naturaleza caída, es por ello que el Señor nos llama a apartarnos de esos deseos a través del Espíritu Santo, Romanos 8:13 «porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.»
Cuando el Señor Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu, resistió a cada una de las tentaciones del diablo mediante la Palabra, «Escrito está», esto nos muestra la importancia de conocer bien la Palabra del Señor, de comprenderla y memorizarla, para guía a nuestras vidas en un camino en santidad y poder resistir las tentaciones que nos llevan al pecado. Por ello el Señor insiste en que meditemos en la Palabra en todo tiempo (Josué 1:8), la enseñemos a nuestros hijos (Proverbios 22:6) y hagamos discípulos a todo aquel que crea en el Señor.
En el día de hoy medita en la Palabra del Señor para que puedas resistir la tentación que proviene de tu propia concupiscencia, reconoce la Santidad de Dios y que nunca vas a ser tentado por Él, y si el Señor te prueba, aférrate a Jesús y pídele en oración que te muestre la salida que Él mismo té ofrece para que salgas vencedor.
Autor: David Ibarra Avendaño
david@laluzdelavida.com