Amor verdadero
A pesar de nuestros delitos y pecados el Señor muestra el verdadero amor al poner su vida ocupando nuestro lugar.
«En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.» 1 Juan 3:16 RVR1960
Vemos todo tipo de amor, tal como el amor a tu pareja, el amor a los hijos, a los padres, el amor a los amigos, el amor a tu mascota, el amor a uno mismo, el amor al dinero, al trabajo, a tu equipo de fútbol, a la bebida, el amor a tu país, a tu casa, hablamos de hacer el amor, de sentir el amor, de soñar con nuestro amor ideal, etc, pero realmente ¿Cuál es el verdadero amor?
Dice la Biblia que Dios es amor, y que conocemos realmente lo que es el amor en que Jesús dio su vida por nosotros.
Sin embargo vemos en esta vida actos en los que una persona da su vida para salvar a otra, ¿Es entonces este acto comparable al del Señor? ¡¡Para nada!! Pudiéramos llegar a estar dispuestos a dar nuestra vida para salvar la de un hijo, incluso un familiar o amigo, alguien a quien queremos mucho y decidimos que siga con su vida perdiendo nosotros la nuestra. Tal vez nos vemos en una situación en la que decidimos sacrificarnos por bien de salvar a otras personas como un acto heroico. ¿Pero estaríamos dispuestos a morir torturados para que un asesino se salve de una condena así?, o ¿Nos sacrificaríamos en un acto heroico en el cual serían libres muchos violadores, crueles psicópatas y asesinos sin escrúpulos?, es más, ¿Daríamos nuestra vida para liberar la de alguien que ha asesinado a nuestro hijo, o violado a nuestra madre, o nos ha estafado y arruinado la vida, o alguien que nos desprecia, maltrata o humilla?
Por supuesto que son ejemplos con personas que han cometido graves delitos y atrocidades, pero te aseguro que es muy delgada la línea entre lo que consideramos una «buena» persona y una persona así. Tal vez tú creas que no eres tan malo, pero cuantas veces escuchamos casos que nos sorprenden y pensamos «pues no me esperaba algo así de esta persona, si no ha hecho nunca mal a nadie, más bien era muy amable y atento». Un día que has tomado una copa de más, un ataque de ira que se te va de las manos, una mentira que desencadena una catástrofe, una infidelidad que destroza tu familia, un acto de cobardía en no afrontar un error cometido, un robo que causa un perjuicio por pequeño que sea, una crítica que daña la reputación de otra persona, el poder hacer algo por otros y no hacerlo, un mal pensamiento (que es el origen de toda mala acción, aunque por miedo a las consecuencias no lo hayas llevado a cabo), etc.
El Señor entregó su vida por todos, para que toda persona tenga la oportunidad de creer en Él y arrepentirse de sus pecados y así no se pierda sino que tenga vida eterna (Romanos 5:8). Y ten por cierto que todos fallamos en una cosa o varias, y si queremos que la vida sea justa debemos de pagar por nuestros errores, y por pequeños que sean vamos acumulando una deuda que desde un inicio ya es impagable.
Ahora que conocemos el verdadero amor y que el Señor Jesús se entregó por cada uno de nosotros nos dice que nosotros también debemos de dar nuestra vida por nuestros hermanos en la fe.
La primera carta del apóstol Juan trata claramente como debe de ser la comunión con Dios y con nuestros hermanos en la fe, dejando de manifiesto que quien permanece en pecado, no guarda sus mandamientos y no ama a su hermano, no es hijo de Dios. Y amarnos no es solamente tenernos estima o cariño, hacer actividades juntos, soportarnos los unos a los otros, perdonarnos, ayudarnos en ocasiones, etc, el mandamiento de amarnos va mucho más allá hasta el punto en que se nos llama a que debemos de poner nuestra propia vida por los hermanos así como Cristo lo hizo por cada uno de nosotros.
Pero si debemos de dar la vida por nuestros hermanos ¿Por qué vemos en la iglesia críticas, rencillas, falta de perdón, menosprecio, envidias, divisiones, humillaciones, burlas, etc? Y entiéndase por iglesia el cuerpo de Cristo, todo verdadero creyente en todo lugar y tiempo, y no los hermanos que se reúnen en un mismo local.
A partir de hoy revisa tu relación con tu hermano en Cristo, si realmente le amas como el Señor te pide que lo hagas, si estás cumpliendo con su mandamiento cuando el Señor te bendice de tal forma que puedes llegar a cubrir necesidades que tenga tu hermano, ya sean materiales, espirituales o emocionales. Y recuerda: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.» 1 Juan 4:20-21 RVR1960
Autor: David Ibarra
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